martes, 22 de octubre de 2013

Nuevo año, nuevos retos, misma meta


STALIN GONZÁLEZ |  EL UNIVERSAL
13 de enero de 2009 

No podemos dejar que el país siga 
bailando al son que define el rey.

La política venezolana ha estado girando en dos ejes fundamentales; por una parte, el del gobierno, que intenta imponer a como dé lugar su slogan de "Patria, socialismo o muerte", donde la patria, por cierto poco o nada importa, sino instaurarnos un régimen que de socialista tiene solo el discurso; y por otro lado una oposición que hasta hace poco había desgastado esfuerzos en creer que la única meta era sacar a Chávez.
A pesar de estar contrapuestas, y de haber sumergido al país en una polaridad nefasta y desgastante, ambas visiones poseen algo en común: el centro no es otro que "el presidente", ese personaje que desde aquel inolvidable "por ahora", se ha instalado no sólo en Miraflores, sino en el imaginario colectivo de los ciudadanos quienes a pesar de estar a favor, en contra o con ninguno de los bandos, no hacen otra cosa que pensar en el rumbo del país y por ende inseparablemente en las decisiones que toma Chávez.

Este año nuestro gran desafío no es otro que cambiar esta situación, destruir ese maltrecho estereotipo que se ha tornado en paradigma político. Poco a poco se han dado pasos para avanzar en materia de trabajo real. Se está comenzando a construir ladrillo a ladrillo una alternativa que no gire en torno a una persona, o un partido único, sino que se base en los venezolanos, en resolver de verdad las carencias y calamidades, no de forma asistencial sino de manera estructural. No podemos dejar que el país siga bailando al son que define el rey, perdón el presidente. Debemos ser fuertes, por mucho ataque y embestida que éste haga. No se trata de aspavientos que ni mojan ni empapan ni de gritaderas que sólo terminan en afonía. La disidencia -concepto mucho más amplio, incluyente y moderno que la oposición- debe fortalecerse, hacerse sólida y compacta en la pluralidad, convertirse en factoría de propuestas progresistas, para así inyectarle vitaminas a la democracia. Para vacunarnos contra el autoritarismo aterciopelado que pretenden imponernos.


Los chilenos, de quienes bien nos haría aprender, lograron librarse de una dictadura que se les había incrustado cual parásito. Lucharon mucho, discutieron mucho, se distanciaron mucho y luego se unieron mucho. Lograron la concertación, y a través de ella llegaron a la democracia. Esa democracia chilena ha mostrado con creces su capacidad para poner en movimiento a todo un país, para hacerlo desarrollarse en sus capacidades y aptitudes. Los chilenos no son mejores que nosotros, ni más valientes. Es cuestión de talento, de actitud, de mirar al horizonte sin derrotismos. Ya dijimos No y lo sostenemos. La reelección perpetua es tóxica.

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