Nuevo año, nuevos retos, misma meta
STALIN GONZÁLEZ |
EL UNIVERSAL
13 de enero de 2009
No podemos dejar que el país siga
bailando al son
que define el rey.
La política venezolana ha estado girando en dos
ejes fundamentales; por una parte, el del gobierno, que intenta imponer a como
dé lugar su slogan de "Patria, socialismo o muerte", donde la patria,
por cierto poco o nada importa, sino instaurarnos un régimen que de socialista
tiene solo el discurso; y por otro lado una oposición que hasta hace poco había
desgastado esfuerzos en creer que la única meta era sacar a Chávez.
A pesar de estar contrapuestas, y de haber
sumergido al país en una polaridad nefasta y desgastante, ambas visiones poseen
algo en común: el centro no es otro que "el presidente", ese
personaje que desde aquel inolvidable "por ahora", se ha instalado no
sólo en Miraflores, sino en el imaginario colectivo de los ciudadanos quienes a
pesar de estar a favor, en contra o con ninguno de los bandos, no hacen otra
cosa que pensar en el rumbo del país y por ende inseparablemente en las
decisiones que toma Chávez.
Este año nuestro gran desafío no es otro que
cambiar esta situación, destruir ese maltrecho estereotipo que se ha tornado en
paradigma político. Poco a poco se han dado pasos para avanzar en materia de
trabajo real. Se está comenzando a construir ladrillo a ladrillo una
alternativa que no gire en torno a una persona, o un partido único, sino que se
base en los venezolanos, en resolver de verdad las carencias y calamidades, no
de forma asistencial sino de manera estructural. No podemos dejar que el país
siga bailando al son que define el rey, perdón el presidente. Debemos ser
fuertes, por mucho ataque y embestida que éste haga. No se trata de aspavientos
que ni mojan ni empapan ni de gritaderas que sólo terminan en afonía. La
disidencia -concepto mucho más amplio, incluyente y moderno que la oposición-
debe fortalecerse, hacerse sólida y compacta en la pluralidad, convertirse en
factoría de propuestas progresistas, para así inyectarle vitaminas a la
democracia. Para vacunarnos contra el autoritarismo aterciopelado que pretenden
imponernos.
Los chilenos, de quienes bien nos haría aprender,
lograron librarse de una dictadura que se les había incrustado cual parásito.
Lucharon mucho, discutieron mucho, se distanciaron mucho y luego se unieron
mucho. Lograron la concertación, y a través de ella llegaron a la democracia.
Esa democracia chilena ha mostrado con creces su capacidad para poner en
movimiento a todo un país, para hacerlo desarrollarse en sus capacidades y
aptitudes. Los chilenos no son mejores que nosotros, ni más valientes. Es
cuestión de talento, de actitud, de mirar al horizonte sin derrotismos. Ya
dijimos No y lo sostenemos. La reelección perpetua es tóxica.
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