Campea la impunidad
STALIN GONZÁLEZ | EL UNIVERSAL
18 de diciembre de 2009
Llevamos meses denunciando las irregularidades del sistema de justicia y el
Gobierno hace oídos sordos. Pareciera que el interés es desmoralizar a la
sociedad, desmotivarla, dejarla sin esperanza. La impunidad campea en Venezuela
y no distingue entre clase social; ronda un 97% de forma generalizada y se
pasea por todos los niveles delictivos.
No importa cuál delito se cometa, sea un cruel asesinato o la estafa de
cuello blanco (o más de cuello rojo) mejor tejida que en cualquier tiempo se
pueda conocer. El desarrollo de las fechorías de la boliburguesía ha contado
con la vulgar complicidad del gobierno nacional, y los supuestos responsables
son, como siempre, el hilo más delgado de una gruesa cuerda de corrupción.
Aquí no hay castigo para nadie. Las leyes se acomodan según los casos. El
80% de los reclusos en Venezuela no cuenta con sentencia definitivamente firme;
nadie se atreve a meter las manos para arreglar el caos del ministerio público;
todos se hacen la vista gorda ante la corrupción de los jueces.
La vulneración flagrante al Estado de Derecho y las constantes violaciones
a los derechos humanos son el caldo de cultivo para asustar a los venezolanos.
A diario debemos estar alertas al caminar por las calles y vigilar también que
el gobierno nacional no se antoje de algún bien nuestro, pues de inmediato,
haciendo gala de prácticas feudales, nos despoja.
No perdamos la pista a este episodio de corrupción con el caso de los
bancos; va acompañado de los hechos que el Gobierno ha pretendido acallar, cual
es el caso del BusCaracas, el Metrocable de San Agustín, la dotación de los
hospitales, las inversiones en el sector eléctrico, entre otros. Hay que meter
la lupa en los procedimientos revolucionarios, pues en otrora los banqueros
mantenían una distancia al menos aparente de la función pública. Ahora se
ejercen cargos públicos y se asume la dirección de la banca como algo
conciliable.
La ley establece que todos somos iguales ante ella, sin embargo la justicia
en nuestro país tiene vendas rojas para aparentar ceguera ante los asesinatos,
robos y secuestros que sufrimos a diario y mordazas rojas para callar frente a
las actuaciones delictivas de la misma función pública.
Necesitamos un sistema de justicia justo, que no persiga a la disidencia y
haga recaer todo el peso de la ley a quienes cometen delitos y corrompen
nuestro tejido social. Los dirigentes políticos de la mano con la sociedad
debemos hacer propuestas para el respeto a la carrera judicial, el desarme, la
lucha contra la corrupción, el adiestramiento de los fiscales, el diseño de un
plan integral de seguridad que involucre a toda la sociedad para sanear nuestro
sistema de justicia y poner freno a la impunidad.
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