Defender la democracia
STALIN GONZÁLEZ
| EL UNIVERSAL
20 de junio de
2009
Debemos
reflexionar acerca de cómo cada ciudadano hace y construye una nueva democracia
Desde los
convulsionados días del Caracazo, se ha discutido y reflexionado profundamente
sobre el tema de la democracia y sus distintas formas de aplicación. A partir
de ese estallido social con el que amaneció la ciudad, se comprendió la
necesidad de una reforma del Estado, pero sobre todo se sintió la necesidad de
inclusión de un sector mayoritario de la población, que no se encontraba ni
integrada, ni representada. La Constitución vigente reconoce (como efecto
bumerang para el poder) la participación de los ciudadanos, no sólo en el
control de la gestión, sino incluso en el diseño de las políticas públicas. Si
algo es justo reconocer del proceso constituyente de 1999 es el blindaje legal
que dio a la participación ciudadana, para nosotros una herramienta a la que
aún no le hemos dado la utilidad que posee.
Recordemos
entonces aquella época incandescente cuando en cada sector, en cada
urbanización y en cada barrio se realizaban asambleas de ciudadanos para
discutir sobre lo que ocurría en el país y, de manera más interesante para el
desarrollo democrático, se debatía sobre problemas locales. La democracia no
puede ser defendible únicamente cuando se trata de las elecciones; tampoco se
la puede relegar a minúsculos espacios de poder que finalmente terminan repitiendo
errores del pasado, sin con ello desconocer el mérito y también el error del
proceso que se ha vivido para llegar a la legislación actual.
Tampoco puede
verse, como lo hace el gobierno, como único logro las letras legales, sin que
éstas consigan asidero en la praxis. La democracia -que evidentemente a medida
que pasa el tiempo entendemos que puede ser infinitamente perfectible- no puede
verse desde la posición maniqueísta y reduccionista que ha privado hasta ahora.
Debemos reflexionar acerca de cómo cada uno desde su papel de ciudadano hace y
construye una nueva democracia, una democracia que nos permita avanzar desde lo
individual a lo colectivo, sin perder de vista la importancia de ambas
perspectivas. No podemos continuar siendo reactivos y seguir la agenda que
plantea el gobierno en sus reuniones. Debemos dar un alto y pensar nuestro país
como verdaderamente lo vive y lo sueña ese 90% que (según Seijas - IVAD)
reclama diálogo. Pensemos realmente cómo trabajar desde los espacios que
tenemos y los espacios que nos dan aquellas personas que creen en nosotros,
pero también usted, amigo lector, haga su introspección y pregúntese: ¿qué está
haciendo usted para colaborar con un país distinto? ¿Qué está haciendo usted
para reconocer al otro? Y cuando hablo del otro, no es una abstracción. Cuando
hablo del otro es el vecino, es el que camina a su lado, el que maneja a su
lado, el que se sienta en el cine en la misma sala que usted, el que es su
compañero de trabajo, el que está en la cola del banco delante de usted, en
fin, aquellos que nos rodean y que son irrespetados por cada acción de viveza
criolla.
Lo que quiero
decirles en concreto es que la ciudadanía no la construye el Presidente, o los
ministros, o la Fuerza Armada, o la Asamblea Nacional, o el CNE, o el Tribunal
Supremo de Justicia. La ciudadanía la construimos los ciudadanos con la vida
cotidiana, con pequeñas e imperceptibles acciones que suman una patria
distinta, un país distinto "capaz de reconocer en su destino en su propia
memoria". Defendamos la democracia no de forma ocasional, no cuando esta
bandera nos convenga. Defendamos la democracia en todo momento, en cada
situación. Defendamos la democracia como forma de vida. Defendamos la
democracia reconociendo al otro y haciéndonos responsables por el entorno que
nos rodea. Defendamos la democracia haciendo democracia.
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