¿Somos el futuro?
STALIN GONZÁLEZ | EL UNIVERSAL
26 de Febrero de 2008
No se deja de ser joven por el simple hecho de que te
salgan canas y arrugas Reflexionemos si es cierto que "la juventud es el
futuro del país". Siempre he pensado que eso es relativo. Baste recordar
el papel de los jóvenes en la historia; un ejemplo ineludible es aquel 12 de
febrero de 1814 cuando, en la célebre Batalla de La Victoria, jóvenes
universitarios y seminaristas resultaron fundamentales en el triunfo del
ejército patriota sobre las fuerzas realistas. Aquellos días supo Ribas que los
jóvenes eran la alternativa para inclinar la balanza a favor de la causa
independentista.
Digo que lo anterior es relativo, pues creo que la
juventud es el presente. No se trata de una mera cuestión de retórica
populista. La historia nos brinda ejemplos contundentes en procesos políticos:
la llamada generación del 28 jugó un papel esencial enfrentando la dictadura de
Gómez; luego, en el 57, los universitarios adelantaron y apuntalaron la caída
del régimen de Pérez Jiménez. Los sucesos de 2007 y la reacción de los jóvenes son
muestra de ello. Guardando las distancias con aquellas dos generaciones, cabría
preguntarse cómo estaríamos hoy si los estudiantes nos hubiésemos quedado
postrados creyendo que no podíamos cambiar el rumbo del país.
Cierro refiriéndome a otra firme convicción que mantengo
sobre lo que implica ser joven: la juventud no es un asunto meramente
biológico. Son muchos los casos de jóvenes-viejos y de viejos-jóvenes, si se me
permite el juego de palabras. Hay jóvenes que andan por la vida sin ánimos,
sintiendo que no hay motivo para luchar. Al contrario, conozco gente que
independientemente de su edad mantiene la energía para asumir proyectos
innovadores de gran envergadura. Puesto a escoger entre felicitar a un
joven-viejo y un viejo-joven, no duden que escogería al segundo. Y es que no se
deja de ser joven por el simple hecho de que te salgan canas y arrugas.
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