Fracaso estrepitoso
Un país que tuviera un liderazgo responsable al frente no estaría, ni de cerca, atravesando la crisis en la que al parecer, nos sumergimos más cada vez. La inacción del gobierno es cuando menos motivo de asombro y resulta incomprensible para quienes creemos que todos los venezolanos merecemos un aumento progresivo de nuestra calidad de vida.
Hace rato el problema de la inseguridad quedó desplazado por la escasez y el desabastecimiento, pero sólo ha pasado al segundo lugar. Esta realidad que vivimos a diario los venezolanos de a pie poco parece importarle a la élite gobernante, quienes se han olvidado de sus promesas de reivindicación social y ahora sólo les interesa mantenerse en el poder, sacrificando a los más débiles.
El incremento de la pobreza en Venezuela es señal inequívoca de políticas económicas erradas, de controles que contribuyen a elevar la corrupción de manera exponencial. En situaciones difíciles como la que vivimos lo que corresponde es corregir el rumbo, tomar medidas que contribuyan a subsanar el caos que se ha implantado desde el propio gobierno.
La escasez va en escalada, al igual que el aumento de la humillación de todo el pueblo venezolano, y no hay quien le ponga el cascabel al gato, el país se cae a pedazos y el sector oficial hace oídos sordos frente al clamor de las despensas vacías.
Quienes han puesto controles innecesarios, hostigado a los productores nacionales hasta llevarlos a la quiebra, incentivado el bachaqueo, permitiendo el contrabando descarado en la frontera, propiciado un modelo inviable ya a nivel mundial son quienes deben responderle al pueblo venezolano.
Una economía en crisis no se arregla sacando un conejo de un sombrero, probando ecuaciones, se resuelve tomando decisiones que favorezcan a todos, pero sobre todo a los más pobres, se resuelve dándole rostro humano a las fórmulas matemáticas, un elemento que este fracasado gobierno ha olvidado.
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