jueves, 3 de marzo de 2016

Contra la desesperanza


El drama es lo que se respira en la calle cuando recorremos nuestra ciudad, y es que Caracas se ha convertido en la capital de la desesperanza. Los venezolanos no tienen tiempo, ni ánimo, para pensar en su futuro, sino en la inmediatez del día a día, en el cansancio que dejan las colas y en tener todos los sentidos alerta por si el hampa se acerca.

Cada día los mismos problemas, los mismos relatos, no hay espacio para el mañana, para planificar el futuro, para pensar qué y dónde estudiarán nuestros hijos; lo único que existe es el hoy, pensar qué día nos toca comprar y sí alcanzará el dinero para el mercado, si cuando lleguemos al final de la cola habrá todavía algo de lo que necesitamos en nuestros hogares.

El venezolano se consume en el hoy porque “el mañana” provoca susto. En medio de esta sensación de pérdida, no solo del poder adquisitivo, sino de los valores positivos que nos definen como sociedad, solo nos dedicamos a solucionar problemas, sin importar ya la convivencia con nuestros vecinos o amigos, pues la desconfianza y el instinto de supervivencia es lo que guía nuestros pasos.

Frente a esta situación, la tarea es tener una Asamblea Nacional dedicada a resolver realmente los problemas de la gente, teniendo como prioridad atacar el desabastecimiento, la inseguridad, la impunidad. Nuestra responsabilidad no queda únicamente en la promulgación de leyes sino en darle seguimiento a su aplicación, ejercer contraloría y garantizar así la transparencia en el uso de los recursos públicos.

Tenemos la obligación de cambiar la realidad que hoy nos quita el tiempo para pensar en el futuro. Nuestro compromiso es que la política esté al servicio de la gente y que el pueblo se involucre en las decisiones, hacer realidad una vida mejor para todos, trabajar por un país productivo y seguro, ese en el que los venezolanos vuelvan a tener esperanza en un mañana distinto, de progreso, un país donde la gente no se vaya, sino que pueda cumplir todos sus sueños.

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