Este nuevo período
legislativo nos pone frente a retos impostergables para el país. La crisis
económica que se acentúa cada día, debe ocupar la agenda de debate dentro del
Parlamento nacional sin vacilaciones, pues la mayoría de los venezolanos,
golpeados duramente por la situación, esperan de la Asamblea una institución
que pueda brindar soluciones de manera efectiva a sus problemas.
En sentido estricto, el
poder legislativo no puede aplicar medidas, pero si puede (y es prioridad que
lo haga) convertirse en la caja de resonancia de las aspiraciones del pueblo
venezolano y plantear un plan que se convierta en la alternativa para aplicar
los correctivos necesarios al desastre económico y social que estamos viviendo.
Desde la fracción de la
Unidad asumimos un trabajo doble. En primer lugar, con nuestros electores, con
quienes tenemos la obligación de estrechar nuestra conexión, ampliar los
procesos de consulta acerca de las decisiones que se toman en el seno de la AN
y hacer del trabajo legislativo un espacio para la interacción ciudadana como
elemento para el rescate paulatino de la democracia.
Tenemos un trabajo
interno esencial, pues hay una importante cantidad de parlamentarios jóvenes,
quienes se forman como el liderazgo de relevo del quehacer político, con los
cuales necesitamos expandir horizontes y brindar herramientas para aumentar la
calidad de las intervenciones dentro del hemiciclo, que por mucho tiempo estuvieron
dedicadas solo a las consignas complacientes a favor del gobierno de turno.
Asumimos la labor de la
reconstrucción del país. La AN, como aporte por excelencia para el modelaje
social y político que debe promoverse para lograr un verdadero cambio, que trascienda
al intercambio de sillas; que se incruste en la conciencia y en el accionar
diario. Como los representantes más legítimos y soberanos de la nación debe ir
dirigido a responder a las múltiples demandas que a viva voz se reclaman en
todos los rincones del país. Por eso, la construcción de la agenda
parlamentaria, lejos de convertirse en un ejercicio de tensión entre las
fuerzas, debe ser útil para el pueblo y convertirse en la ruta estratégica para
destrancar el juego y posibilitar el cambio político.
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