Fuerza en las causas
Stalin González
Hace una semana el vice-presidente de la República, Jorge
Arreaza, en compañía de Jesse Chacón, presidente de la Corporación Eléctrica
Venezolana, dictaba una serie de medidas de racionamiento eléctrico, ya que no
tenemos suficiente capacidad para el nivel de demanda que estamos empleando.
Esta es otra medida que se pliega a la cantidad de restricciones que de un
tiempo para acá ha venido sufriendo el pueblo venezolano; es así como nos
encontramos haciendo compras de acuerdo al terminal de la cédula, trabajando la
mitad de la jornada, entre otra serie de cambios que se han producido.
Estas medidas, por desconcertante que suene esta afirmación,
no son lo peor de esta situación. Todas son evidencias del colapso del manejo
de lo público en el país, pero al final éstas por sí solas no son el problema
ni el centro del debate. Estas acciones y tantas otras que podemos listar, son
eso, medidas aisladas que no buscan solucionar el problema estructural de fondo
que las origina, tan solo intentan minimizar sus efectos en la opinión pública.
El problema de la crisis eléctrica no está en la demanda del
servicio, sino en la falta de mantenimiento de la infraestructura eléctrica, la
falta de planificación en la política pública, el empobrecimiento de nuestra
generación de energía alterna. Asimismo, la escasez de productos no tiene que
ver con que consumamos más, sino con la restricción de divisas para la compra
de materias primas, la destrucción del sistema industrial de producción, la
malversación de fondos que habido en este gobierno, además de un sinfín de
errores cometidos en la administración del erario público.
El debate y la gravedad de la situación no están en las
medidas tomadas, sino en lo improvisado y poco eficiente de las mismas. El
Gobierno debe abocarse al origen de los problemas en la planificación de la
política pública. La discusión está en la imperiosa necesidad de debatir sobre
la transparencia, la gestión y la eficacia del Gobierno nacional no sobre las
medidas absurdas que toman para desviarnos del problema original.
Venezuela merece una alternativa de gestión que mire y
ofrezca otras formas de gestionar lo público, de superar estos problemas y de
brindar una convivencia pacífica. El debate y el foco en el origen de los
problemas que asisten hoy al país, en conjunto con los ciudadanos que
diariamente los sufren, es el comienzo de esta otra forma de hacer política.
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